Te podrá gustar más o menos el diseño del reloj, pero lo que es incuestionable es su fiabilidad y dureza.

Que un reloj sin ningún mantenimiento y sin ningún cambio de pila o pieza, pueda funcionar sin descanso durante más de 15 años, con el único compromiso de exponerlo a la luz indirecta que entra por la ventana de mi humilde guarida, merece todos mis respetos. Y esto es precisamente lo que este Citizen Eco-Drive ha conseguido. Un reto difícil de igualar por cualquier otra máquina.

Si te pones a pensar en cómo tiene que ser la física de un reloj, incuestionablemente necesitas fijarte en como los japoneses de Citizen han fabricado este. Una combinación perfecta, caja hermética en acero inoxidable y un cristal de zafiro que dotan a la caja de la suficiente resistencia como para que, en la esfera negra, se puedan adivinar los símbolos W.R. 10 bar. De esta forma Citizen te garantiza que puedes practicar snorkel llevando el reloj en tu muñeca. El conjunto es acompañado de una correa armis también en acero inoxidable, con cierre de seguridad de tipo desplegable.

Un dato raro para un reloj de esta tipología, es que el aparato en cuestión es un cronógrafo con dos alarmas, por supuesto complejas de configurar. Pero bueno este detalle o sobrada por parte de los japoneses es el único tachón del reloj. El resto de características son todo virtudes. El cambio de hora motivado por el horario de invierno/verano o el ajuste de la fecha es terriblemente sencillo. Este ajuste de horario es muy curioso de ejecutar, porque si se gira la corona media vuelta las agujas adquieren vida y se mueven a toda velocidad hasta que detienes el movimiento con un giro de la corona en dirección contraria al primero. Este ajuste en mi caso es motivo de admiración, y más teniendo en cuenta, que el reloj es muy preciso y que no requiere de mantenimiento. Si no fuera por el cambio horario, podríamos comprobar el retraso o adelanto que presenta el reloj después de varios años de uso real, un experimento interesante.